viernes, 22 de enero de 2010

¿Y tú quién eres? Alzheimer, el mal del olvido



AFECTADOS

500 mil mexicanos mayores de 60
50 mil menores de 59 años
3 millones 500 mil en Iberoamérica
5 millones de estadounidenses
24 millones en el mundo con problemas de memoria que cuestan 315 billones de dólares
100 millones de personas afectadas mundialmente para 2050
Fuente: Federación Mexicana de Alzheimer cCon datos de la OMS

Por: Arturo Jiménez

(Publicado en Antesala)

Juanita enviudó en 2001 y entró en un doloroso proceso de duelo ante la falta de don Mario, su compañero. Así empezaron los problemas de la familia Hernández.

Frases como “tu papá me dejó por otra” causaban risa en la familia, “pues pensábamos que era normal por la edad de mi mamá”, acepta su hija Rosalía Hernández. No fue hasta que “empezó a imaginas cosas de manera constante” que tomaron medidas.

Llegaron al Instituto Nacional de Psiquiatría dónde sólo le suministraron medicamento para la depresión. La situación se agravó al extremo de que Juanita le llegó a decir a Rosalía que Mario había muerto. “Tengo un hermano del mismo nombre que mi papá y me impresioné mucho, sólo para después constatar que mi hermano estaba bien”, platica.

En el 2002 el Alzheimer llegó oficialmente a la familia Hernández y con él, los gastos. Para Rosalía, principal responsable del cuidado de su mamá, los cuidados de Juanita significan un desembolso de 6 a 7 mil pesos mensuales.

A Juanita, en 3ª fase del padecimiento, la asisten durante el día en la Fundación Alzheimer debido a la imposibilidad de la familia para cuidarla de tiempo completo.

“Buscamos la mejor atención posible y nosotros no se la podemos dar las 24 horas, hasta hace poco todos trabajábamos y ella necesitaba atención médica frecuente”, recuerda su hija quien se jubiló hace medio año para estar más pendiente de su madre.

La memoria de Juanita —de 75 años— se desvanece y con ella la unión familiar. “¿Y tú quién eres?”, pregunta a sus otros hijos cuando la visitan, dice Rosalía, y lamenta que su mamá tampoco la reconozca ya a ella. “Puedo ser su vecina, su cuñada, su mamá, rara vez su hija”.

Juanita recuerda, eso sí, a sus hijos pequeños. “Cualquier niño pequeño es su hijo y para ella todos se llaman Mario”, indica su hija quien explica que para calmar un poco la ansiedad de su madre le inventa historias sobre sus ‘hijos’: “ya les diste de comer, mamá, ya los mandaste a dormir o hacer la tarea”, son platicas comunes.

“El Alzheimer de mi madre me ha provocado tristeza, coraje e impotencia porque se ha vuelto agresiva con la gente que la cuida en el centro, incluso conmigo cuando trato de bañarla”.

Los hijos de Rosalía no saben lo que es lidiar con la enfermedad de su abuela. Uno vive en Estados Unidos, otro se casó y cambió de domicilio. A su hija de 17 años no la deja cuidarla. “Mi hija y yo ya no podemos ir al cine juntas, nos hemos encerrado para no dejar sola a mi mamá”.

Rosalía confiesa por qué no abraza ni besa a su madre. “Si lo hiciera sentiría que me despido de ella y aún no quiero hacerlo. A veces la presión me rebasa, pero siempre trato de cuidarla bien”.

Para esta mujer, cuidar a Juanita es una lucha diaria que sigue dispuesta a afrontar. Descarta internarla de manera permanente pese a las recomendaciones médicas, “¿cómo podría hacer eso? Es mi mamá y cuando estuvo lúcida siempre nos dio amor y nos escuchó, ahora nos necesita y por eso le pido fuerza y salud a Dios, para cuidarla”.

Gabriel López, psicólogo miembro de la Fundación Alzheimer, considera el caso de Juanita como un ejemplo de que los pacientes de esta enfermedad “desarrollan mecanismos de defensa y se vuelven agresivos al desconocer las personas y el entorno a su alrededor”.

Sin embargo, pese a perder capacidad cognitiva, el paciente mantiene presente la conciencia de su existencia, con lo cual tratan de ubicarse en algún lugar de referencia, es por ello que vienen las regresiones a etapas anteriores a su vida.

La muerte de don Mario evidenció el verdadero estado de salud de Juanita. “Puede ser que el esposo corregía muchos de sus errores y esto ocultó su padecimiento; es decir, por medio de la pareja se equilibró su situación mental. Al faltar su pareja, perdió su referente emocional y entonces la familia pudo darse cuenta de que algo andaba mal”, comenta el especialista.

Vejez igual a demencia, un mito

Lilia Núñez Orozco, profesora titular de Neurología en la Escuela de Medicina de la Universidad Panamericana, califica a las personas con Alzheimer como bebés que apenas caminan “pues tienen que ser vigilados ya que pueden poner en riesgo su integridad o la de su familia”.

Muchos gente no percibe de manera oportuna el problema porque existe el concepto erróneo de que es natural que una persona anciana empiece a olvidarse de las cosas, explica.

“Eso es falso”, sentencia. La pérdida de la memoria no es natural con el envejecimiento. “El envejecimiento normal exitoso es llegar a edades avanzadas con las facultades íntegras. Los ancianos únicamente tienen procesos intelectuales más lentos, pero no están deteriorados. Son similares a los de las personas jóvenes, sólo más lentos”.

Otro error es pensar que a una persona joven que se le olvidan las cosas le está dando Alzheimer. “No hay que angustiarse, esto puede ser causa del estrés o a tener demasiadas ocupaciones”.

Hay varias causas de pérdida de memoria a cualquier edad. Las principales son la inatención, bloqueo emocional, preocupaciones, ansiedad o depresión, las cuales se pueden corregir.

Costos moral y económico elevados

Para la especialista, el Alzheimer que afecta aproximadamente al 5% de las personas entre 65 y 70 años, al 10% de quienes tienen entre 70 75, al 15% de los ancianos de 75 a 80, y a cerca del 25% de personas mayores de 80 años, es una enfermedad de altos costos económico y emocional pues los estudios para diagnosticar el mal pueden sobrepasar incluso los 20 mil pesos por concepto de tomografías, resonancias, pruebas tiroidea; sin contar medicamentos de por vida, cuidador y centro de día. Además, familiares y enfermos suelen padecer violencia, desagradecimiento y poca motivación que derivan en problemas sicológicos y mala calidad de vida de quienes los cuidan, pues las personas con Alzheimer puede llegar a vivir entre 10 y 15 años.

Por ello recomienda a las familias poco numerosas como la familia Hernández, que lleven a sus enfermos como Juanita a un centro de día. Los familiares pueden hacer sus actividades personales, mientras sus enfermos están con personal capacitado para su cuidado. ”Es como el primer día de clases. Los primeros días se sienten fuera de su ambiente, inseguros”.

Paciencia, clave en la familia

La académica recomienda a las familias con pacientes de Alzheimer prepararse psicológicamente y entender cuál es el proceso de la enfermedad para evitar agresiones al enfermo, “su estado de salud y conducta no son a propósito”, por lo que deben tener mucha paciencia y tolerancia.

Asimismo, exhorta a evitar índices elevados de colesterol, hipertensión y diabetes, causantes principales de la demencia vascular, preámbulo del padecimiento.

“Al que le tocó le tocó”, afirma categórica. Sin embargo, para contrarrestar los males de la enfermedad, Lilia Núñez pide que la gente ejercite su cerebro constantemente ya sea con el trabajo, la lectura y actividades lúdicas estimulantes.

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